Segundo Libro de Samuel. I, 25-6
El amor es también un proceso del conocer, pues indudablemente que conocer es amar, el cogito es también darse. La palabra conocimiento significa estar dispuesto, por eso, querer conocer a alguien es un querer amarle, es querer adentrarse en sus laberintos. Con el conocer se liga el gusto y el gusto es criterio. El criterio es tener referencias, es valorar y comparar. Tener referencias es poder elegir, el amor es producto entonces de la libertad, sin libertad no hay amor. Bajo ese esquema de libertad, resulta que el amor, como arquitectura de la vida, requiere alternancia: eliges, te eligen. Ciertamente el amor tiene grados y puede presentarse de maneras muy distintas, pero sobre todo, el amor debe ser una relación entre iguales y, por lo mismo, improbable.
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Erich Fromm diría que cualquier teoría del amor debe comenzar con una teoría del hombre, de la existencia humana, y según él, el hombre emergido del reino animal sólo puede ir hacia adelante, desarrollando su razón. Como si el amor nos diera conciencia del nosotros, de los otros y aún, de las posibilidades del porvenir, ¡bah!
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Pero en realidad, en el hombre hay algo más imponente que el amor, la rara avis que los griegos llamaron philia, los latinos amicitia y nosotros amistad. Hay distintas formas de relación humana y en ningún momento la amistad y el amor se confunden. La amistad es aún más difícil de comprender que el amor, pues en ella conviven elementos heterónomos y hasta contradictorios al punto que Aristóteles alguna vez enuncia: ‘oh, amigos míos, no hay ningún amigo’. Y es verdad, quien tiene muchos amigos no tiene ninguno.
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Primera diferencia:
La amistad es selectiva, expresa un ideal de comunicación y de colaboración recíproca.
El amor, aunque sea selectivo, nunca es recíproco. Todos pueden amar sin ser correspondidos pero nadie puede ser amigo de quien no quiere amigos.
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Segunda diferencia:
El amor, aunque sus efectos tienen un firme arraigo en el cuerpo, es pura ilusión.
La amistad en cambio se nutre de placeres totalmente inteligibles, puede prescindir de la atracción física y, por ello es más rara. Nietzsche recomienda que en el amigo se ubique una pequeña antipatía física para que el vínculo sea durable.
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Tercera diferencia:
Entablar una relación amistosa es entrar en un campo que si bien concentra, las distancias y las igualdades en las diferencias, siempre están presentes. Con Heráclito, por ejemplo, se distingue como la amistad sólo es posible entre personas de idiosincracia desemejante, porque cada uno busca en los demás lo que le falta en sí mismo.
Entablar una relación amorosa es entrar en el esquema de la territorialidad, de la exclusividad. En el amor, generalmente se apuesta a una sola carta y, generalmente también, deja a todos fuera del juego.
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Cuarta diferencia:
El amor es un mal socio de la comunidad, pues dice Kant que pervierte el orden, desencadena la guerra y lleva el odio consigo. Y en efecto, demasiado amor separa. El exceso de atracción y la falta de límites provoca rupturas.
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La amistad en cambio, hace fuerte a las ciudades, dice Aristóteles que la amistad es el vínculo que une a las ciudades y atrae la atención de los legisladores más, incluso que la justicia.
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Quinta diferencia:
Se dice que el amor duele, más aun, una buena parte de la literatura muestra la cara trágica de eros. Y aunque es cierto que no hay experiencia de morir como no sea amar, morir es de las cosas más simples.
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La amistad, por otra parte, no es ausencia de dolor. Epicuro dice que aún eligiendo amigos por el placer, es por ellos que soportamos los mayores males. Con todo, la amistad danza en torno a la tierra y, como un heraldo, anuncia a todos el despertar a la felicidad.
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Eros y Philia son temas privilegiados no sólo de la filosofía, Platón y Aristóteles exaltan a los dos, empero, Eros tiene mala fama, es hijo de Caos aunque, contiene el poder creativo del universo. Es bello pero ligero, niño travieso, es decir, juguetón, pícaro, encantador. Philia concentra, por otra parte, desde los tiempos homéricos, todos los méritos y, con las connotaciones políticas y sociales, adquiere un significado más universal.
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En políticas de la amistad, Derrida habla de un equilibrio inestable entre dos sentimientos que se oponen: la atracción fusionante y la repulsión que mantiene la distancia y el respeto, sin caer en las trampas de eros. Es como un eco de Kant, de donde se concluye que el principio moral y la dignidad están de lado de la amistad y no del amor. Ahondando en los contrastes, Schopenhauer dice que hasta los perros aman a quien, sin más halago, les acaricia o solamente les hecha huesos que roer.
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¿Qué nos asegura la presencia del amigo? El diálogo. La conversación que garantiza el ejercicio intelectual. Para ello es necesaria una confianza tal, que en el amor resultaría descabellada. Siguiendo a Kant se puede concluir que el amigo, es aquel que nos rescata de la soledad a la que nos condena la muchedumbre y nos libra de la posibilidad de quedar encerrados en nuestros pensamientos…
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(También es cierto que actualmente vivimos en un mundo deserotizado. Los poderes de eros han sido denunciados, desmitificados, perseguidos. EROS es todas las formas del mundo, pero mundo entendido desde la óptica latina del cuerpo, de la presencia, del perderse como personas y reencontrarse como sensaciones. Este asunto, sin embargo, no es sobre el amor sino sobre el erotismo. No es sobre los arrebatos en el paroxismo de la locura amorosa sino en la lucidez de la experiencia en el vértigo. No es sobre rebasar los límites sino colocarse en los límites donde se experimenta la extinción del orden. Pero para ello es necesario otro tipo de abordaje)
Jaime Sánchez Castillo - San Matías Cuijingo
