lunes, 20 de julio de 2009

LIMA


Aquí no hay nada nuevo que contar, invariablemente, los días grisáceos se acopian en las pupilas. Y los despertares, levantarse por el café de la mañana y primera vez frente al mar. Es obvio que no todo en la vida sigue un orden, me gusta ir a caminar entre las piedras que a guisa de arena se dilatan por las playas de Lima; es obvio que no todo en la vida es como esta forma de observar el mundo; es obvio que quizá no pudo ser mejor.
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Así es todo en Lima, la misma que Sebastián Salazar Bondy describió en 1964 como la horrible, ciertamente no es ni tierra de promisión ni ciudad perfecta, pero algo tiene de encanto. Ciertamente no es su folklor, ni su arquitectura, ni su leyenda narcisista que la aleja del resto del Perú, pero algo tiene de encanto.
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A mi parecer, Lima, con todas las desventajas que implican su crecimiento un tanto descuidado e irresponsable, tiene algo de encanto y hasta me siento, otra vez, por primera vez enamorado.
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A mi parecer todas las ciudades, al menos en utopía, son una forma de destino, la espada de Pizarro estratégicamente situada como un puntal limeño también forma parte de ese destino que algo, a mi parecer, tiene de encanto. Lima-mujer devota y sensual, pero también aterradora, si no ¿cómo explicar las Huacas?
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Los días son grises y aquí no hay nada nuevo que contar, sólo detalles de belleza y erotismo que no todos pueden ver. Imaginaciones omnipresentes, endechas y formas extrañas de expresar lo que entre miedos y renuncias todavía conmueve.
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